Alicia era una mujer sublime, todo mundo quedaba encantado con su hermosa figura, su cabello largo, castaño, vestía su espalda y era el marco perfecto para su rostro. Sus ojos eran un par de luceros, tan llenos de vida, tan llenos de pasión… y su pasión era jugar con las notas musicales.
Cada vez que Alicia tocaba las teclas de su piano una electricidad recorría su cuerpo, erizaba su piel y la hacía elevarse a una atmósfera superior. Era la mujer más feliz del mundo. Su sueño más grande era estar frente a un magno auditorio, en un escenario impresionante, deleitando a su público con las más hermosas notas musicales y llevarlos al éxtasis.
Alicia no podía dejar de tocar porque los sonidos que su piano manaban eran lo que la hacían sentirse viva, indestructible, una diosa.
Un día alguien la escuchó, supo que esa joven tenía un gran talento digno de ser apreciado por una multitud; entonces se acercó a ella ofreciéndole lo que sería la oportunidad de su vida: Un beca para estudiar en el Conservatorio Nacional de Música. El hombre llegó con la buena nueva ante Alicia, seguro de que ella la recibiría con gozo y por fin podría hacer su sueño realidad.
Cuando ella lo supo, un temblor la invadió, sintiendo que todo se colapsaba. Era como un perpetuo juego entre sentir calor y frío, pasando de un estado a otro sin que pudiera detenerlo.
No supo qué decir, se fue a casa, con un torrente de pensamientos en su cabeza. Compartió la noticia y eso solo la confundió más e hizo que en ella despertara un ser dormido que creía inexistente. Lo que ella empezó a pensar que era un monstruo que la devoraría era en realidad la experiencia más fascinante que podía tener, pero el desfile de voces la hizo temer y darle fuerza a su miedo; una fuerza que lo convirtió en algo más grande que todo, más grande incluso que su pasión.
Alicia volvió a ver a esta persona, sólo para agradecer la propuesta, rechazarla y decir que no podía abandonar a sus padres, ellos la necesitaban y estaba obligada a seguir a su lado. Pero en el fondo sabía la verdad; no podía lanzarse al vacío, irse a más de 2,000 kilómetros para algo que podría fracasar… pero, ¿qué podría salir mal cuando se trataba de una mujer virtuosa? Nada en realidad, sólo que miró hacia abajo incluso antes de cruzar el puente, alentada por las voces que de todos lados surgían.
Si tan solo hubiera escuchado a su corazón… él nunca se equivoca.
Pasó el tiempo, Alicia seguía pegada a su piano y teniendo ese sueño. Su padre falleció y ella apaciguó su dolor con más música que era su eterna compañera, el origen de sus alegrías, capaz de sanar heridas.
Después, ella ofreció un sencillo pero selecto recital; algunas personalidades se dieron cita para conocer a esa talentosa joven de la que tanto se hablaba. Entre el público estaba un conocedor del género, que inmediatamente se acercó a ella al final del concierto. Le dijo que tenía un talento único y que le ofrecía la oportunidad de realizarse como concertista, esto si estudiaba música en una importante academia de Guadalajara.
Alicia se emocionó de nuevo, se imaginó siendo protagonista de bellas melodías que sus dedos regalaran al público. Pero escuchó de nuevo esas voces y el sobresalto volvió a apoderarse de su ser. Imaginó que tras esa puerta la esperaba una bestia que la devoraría, cuando tras ella estaba la gloria. Su sonrisa se borró, su rostro se llenó de miedo al igual que cada fibra de su ser. Intentó reincorporarse, lanzó un suspiro, dio gracias y dijo que no podía aceptar, su madre estaba sola y era imposible dejarla.
Sin embargo ella sabía el verdadero motivo; no tenía el valor para aventurarse… pero, ¿qué podría fallar cuando sus dedos eran prodigios? Nada en realidad, sólo que era como temer al dolor de una inyección cuando de sobra sabemos que es la cura a nuestro mal, todo esto exhortada por las voces que de nuevo la invadían.
Si tan solo hubiera escuchado a su corazón… él nunca se equivoca.
El tiempo siguió su curso, Alicia continuó su vida y teniendo ese sueño pero más cambios llegaron: se convirtió en madre soltera y ahora Magda estaba en su vida, una linda nena, frágil, inocente que aclamaba por el amor de su madre y lo tenía a manos llenas.
A pesar de todo, Alicia empezó a volverse una mujer nostálgica, como si un presentimiento la invadiera.
Las presentaciones continuaron, y en una de ellas de nueva cuenta un experto presenció el espectáculo. Al término se acercó, elogió su talento y la invitó tomar una beca en una excelente escuela de música en Querétaro. Alicia volvió a sonreír, ¿acaso podría por fin realizar su sueño? La sonrisa apenas duró unos segundos, cuando escuchó el llanto de su pequeña que pedía los brazos de su madre. Su rostro se tornó serio y rechazó la oportunidad, pues no podía tomar a su hija y aventurarse a lo desconocido, tenía una responsabilidad que no podía ni quería evadir.
Esta vez era verdad, ya no fueron las voces que la acecharon por años, ya no fueron los miedos que golpeaban sus ilusiones; era un motivo muy fuerte, era un motivo real y no había marcha atrás.
Alicia se fue, cuando llegó a casa, se acercó a su piano, sus dedos se aproximaron a las teclas, pero quedó inmóvil, permaneció así por unos segundos, una lágrima rodó por su mejilla y al tiempo que cerraba sus ojos, también cerró su piano, el cual nunca volvió a abrir, pues sabía que cada nota que tocara, lejos de volver a hacerla sentir sublime, la sumergiría en la más profunda de las tristezas.
Su sueño quedó en el pasado, más nunca en el olvido… si tan solo hubiera escuchado a su corazón… él nunca se equivoca.
Años después conocía a Alicia, quien me llenó con su sabiduría día con día, después dejé de verla por mucho tiempo, hasta que en una ocasión, yo estaba sentado en la mesa de un café, acompañado con un cuaderno donde, como hoy, escribía sin cesar.
Me acerqué a ella, inmediatamente me reconoció y empezamos a platicar por horas, entonces me contó su historia mientras la melancolía comenzó a invadir su rostro, sus palabras y el ambiente. Sus ojos brillaron, pero esta vez no de dicha, sino de las lágrimas que permanecían atrapadas. Nos despedimos y esa fue la última vez que la vi.
Esta historia es real, y no sólo le ha ocurrido a mi querida Alicia, ¿Cuántas veces somos como ella? ¿Cuántas veces damos pie a nuestros miedos para que nos invadan? ¿Cuántas veces nos dejamos llevar los aquellos que dicen que nos aman y nos enseñan a temer?
¿Cuántas veces dejamos de soñar en un país de maravillas, dejamos de luchar por alcanzarlo y en su lugar vivimos en un país de pesadillas?
Hace algunos años, el reportero de un diario en Mexicali me preguntaba mi opinión del álbum Nada es igual de Luis Miguel, mi respuesta fue, nada original, un intento de imitar la línea de Aries que es, en mi opinión, el mejor disco del sol.
En donde se verán cambios es en MVS. La compañía de la familia Vargas ya está en serios planes para incluir noticias y otros programas hablados en la que ahora es la estación grupera La Mejor, y que fue la primera estación de FM en México, antes Stereorey.